En el complejo y desafiante escenario de la educación superior del siglo XXI, la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) ha iniciado un proceso de transformación que no debe detenerse. Bajo una gestión que ha demostrado dinamismo, compromiso y voluntad de cambio, la universidad ha dado pasos importantes en materia de modernización académica, transparencia institucional y fortalecimiento de su impacto social.
Pero aún queda un largo camino por recorrer.
Los tiempos actuales exigen de las universidades públicas mucho más que la simple conservación de su legado histórico. Exigen innovación, apertura, eficiencia y una clara orientación a resultados. En ese sentido, la UASD necesita consolidar lo avanzado, acelerar las reformas y fortalecer los cimientos de una institución capaz de responder a los desafíos de la cuarta revolución industrial, el cambio climático, la movilidad académica y las demandas de una juventud más crítica y globalizada.
Hoy más que nunca, el liderazgo que asuma la rectoría en el 2026 debe ser consciente de que no se parte de cero, sino desde una base construida con esfuerzo por una gestión activa que ha sembrado la semilla de una nueva universidad. Ese liderazgo deberá priorizar la continuidad de las políticas institucionales exitosas, fortalecer la investigación y la innovación, expandir la transformación digital, y garantizar que los procesos administrativos y académicos respondan a los más altos estándares de calidad.
Es hora de superar los personalismos y los enfoques electorales limitados. Lo que está en juego es el futuro de la universidad pública más importante del país, su credibilidad nacional e internacional, y su capacidad para seguir siendo la columna vertebral del pensamiento crítico, la movilidad social y la formación de profesionales comprometidos con el desarrollo de la República Dominicana.
La UASD no puede regresar al inmovilismo ni repetir los errores de la fragmentación institucional. Se necesita una visión de continuidad con cambios: que conserve lo bueno, corrija lo débil y potencie lo necesario. La universidad del siglo XXI debe ser, además de autónoma, eficiente, inclusiva, innovadora y profundamente conectada con los desafíos del presente.
Desde BarahoneroSoy hacemos un llamado a toda la comunidad uasdiana a reflexionar con altura, madurez y responsabilidad. La decisión del futuro rector o rectora debe estar guiada por el compromiso con la excelencia académica y la continuidad de un proceso de transformación que apenas comienza.
La UASD del futuro no se improvisa: se construye con liderazgo, visión y voluntad reformadora.
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